Siempre nos quedará Forlán

Eran tres puntos vitales, como los de la semana que viene y la siguiente. Una vez amarrada la Champions se esperaba un Atleti dispuesto a decir “aquí estoy yo”, pero el partido, as usual, empezó igual que siempre con un Atleti “apoyardao”.

Quince minutos para llorar, sin una sola aproximación y con un penalti de colegio (es el segundo de Heitinga) que adelantaba al Racing. 1-0 a los siete minutos y la gélida noche se hizo aún más fría. Sin embargo, esta vez el Atleti sí reaccionó y lo hizo bien. Tras el golazo espectacular de Simao “calidade” y la expulsión de Navas, el Kun consiguió, a pase de Forlán, poner el 2-1 y que todos pensáramos que el partido cambiaría totalmente.

Pero no. Allí estaba Aguirre con sus miedos y sus tácticas y sus estrategias para, después de arengar a sus tropas en el descanso, éstas salieran, as usual, con una “carajera” fuera de lo normal. El Racing, jugando con uno menos, se hizo con el control del partido, dominaba y el Atleti intentaba salir a la contra. Estaba más cerca el empate que cualquier otra cosa, achuchaba el Racing, se acercaba una y otra vez, el Atleti jugaba con fuego, el estadio era un continuo ruido de pitos contra el trío arbitral. El escenario era perfecto para que, as usual, saliéramos escaldados y además poder echar la culpa al árbitro.

Nadie se acordaba de que estábamos con uno más desde el minuto treinta y dos de la primera parte. No era Aguirre, no eran los jugadores, era la “confabulación judeo-masónica” la que quería que no ganáramos.

Sin embargo, Forlán se salía del guión, con él no van ni la historia del pupas ni las confabulaciones. Diego Forlán solo entiende de trabajo y sacrificio y así consiguió el 3-1 primero y el definitivo 4-1 después. Porque el fútbol, al igual que casi todas las cosas en la vida, al final se reduce a un problema de trabajo y sacrificio.

Goleada engañosa de un Atleti con los mismos vicios de siempre, con un Forlán destacadísimo sobre los demás con dos asistencias, dos goles y trabajo para regalar.