La intolerancia suele ser natural en los niños, al igual que el instinto de apoderarse de todo lo que le agrada. La tolerancia se aprende poco a poco, del mismo modo que se aprende a controlar los esfínteres. Pero, desgraciadamente, si bien el control del cuerpo se logra a una relativa temprana edad, la tolerancia requiere la educación permanente de los adultos.
En el día a día estamos constantemente expuestos a la experiencia de lo diferente y aunque se estudien las teorías de la diferencia, no se presta suficiente atención a la intolerancia espontánea, pues ésta escapa a toda definición y a todo análisis.
La intolerancia más peligrosa es siempre la que nace de impulsos elementales, al margen de toda doctrina, ahí radica la dificultad para aislarla y refutarla con ayuda de elementos racionales. Ese es, sin embargo, nuestro desafío: saber llegar hasta lo más profundo de la intolerancia espontánea, antes de que se convierta en objeto de tratados supuestamente eruditos.
¿Tan complicado es entender que la diversidad de opiniones no implica necesariamente la rivalidad y, si ello fuera así, que la rivalidad tampoco conlleva la enemistad, ni la enemistad supone violencia, aunque ésta sea sólo la dialéctica?
En marzo de 2007 se hizo público el estudio llevado a cabo por la empresa Young & Rubicam para descifrar el ADN atlético, en aquel se concluía que éste se caracterizaba por una afición atrevida, curtida, luchadora, diferente, auténtica, con carisma, criterio propio, acogedora, amigable, cercana, social y responsable.
El único y verdadero patrimonio que tiene nuestro Atleti es su alma colchonera, enorme, generosa y apasionada. Nadie tiene el derecho a arrebatárnosla, ni siquiera aquellos que visten nuestra camiseta con nuestro escudo o aquellos que muestran título de propiedad. El alma colchonera no se guarda en una caja fuerte, ni se expone en una vitrina, sino que su custodia y exhibición corresponde al aficionado atlético.
No es necesario ni importante que coincidamos en nuestros deseos y en nuestras ideas. Lo necesario e importante es que cada uno conozca las de los demás, y en cierto modo también las viva. El ayer, el pasado, los orígenes, tampoco es lo decisivo que nos hace sentirnos uno sólo, sino que la grandeza y la unión se forman de tener un único proyecto para el mañana.
El Atlético de Madrid es pura pasión y nuestro proyecto, el de los atléticos, es el de un Atleti grande, y en eso estamos todos. No seré yo quien contribuya a que la pasión degenere en intolerancia.
A pesar de que “los míos” sean solounospocos y de que todos tengamos “los nuestros”.
En el día a día estamos constantemente expuestos a la experiencia de lo diferente y aunque se estudien las teorías de la diferencia, no se presta suficiente atención a la intolerancia espontánea, pues ésta escapa a toda definición y a todo análisis.
La intolerancia más peligrosa es siempre la que nace de impulsos elementales, al margen de toda doctrina, ahí radica la dificultad para aislarla y refutarla con ayuda de elementos racionales. Ese es, sin embargo, nuestro desafío: saber llegar hasta lo más profundo de la intolerancia espontánea, antes de que se convierta en objeto de tratados supuestamente eruditos.
¿Tan complicado es entender que la diversidad de opiniones no implica necesariamente la rivalidad y, si ello fuera así, que la rivalidad tampoco conlleva la enemistad, ni la enemistad supone violencia, aunque ésta sea sólo la dialéctica?
En marzo de 2007 se hizo público el estudio llevado a cabo por la empresa Young & Rubicam para descifrar el ADN atlético, en aquel se concluía que éste se caracterizaba por una afición atrevida, curtida, luchadora, diferente, auténtica, con carisma, criterio propio, acogedora, amigable, cercana, social y responsable.
El único y verdadero patrimonio que tiene nuestro Atleti es su alma colchonera, enorme, generosa y apasionada. Nadie tiene el derecho a arrebatárnosla, ni siquiera aquellos que visten nuestra camiseta con nuestro escudo o aquellos que muestran título de propiedad. El alma colchonera no se guarda en una caja fuerte, ni se expone en una vitrina, sino que su custodia y exhibición corresponde al aficionado atlético.
No es necesario ni importante que coincidamos en nuestros deseos y en nuestras ideas. Lo necesario e importante es que cada uno conozca las de los demás, y en cierto modo también las viva. El ayer, el pasado, los orígenes, tampoco es lo decisivo que nos hace sentirnos uno sólo, sino que la grandeza y la unión se forman de tener un único proyecto para el mañana.
El Atlético de Madrid es pura pasión y nuestro proyecto, el de los atléticos, es el de un Atleti grande, y en eso estamos todos. No seré yo quien contribuya a que la pasión degenere en intolerancia.
A pesar de que “los míos” sean solounospocos y de que todos tengamos “los nuestros”.